Entrevista a Manuel Rivas en Clarín:
“(…) – Clarín (C): ¿La novela [O último día de Terranova] aborda metafóricamente una extinción cultural?
– Manuel Rivas (MR): Sí, imaginé mi propio cartel que decía “liquidación de existencias”, como el último verso antes de tirarme al mar. Arranqué por el final, con el cierre de la librería, porque ese día es la derrota del protagonista. Una librería que cierra es un síntoma inquietante y perturbador para una sociedad. En el libro cito a Max Aub cuando escribió: “Los grandes problemas políticos y económicos son, en el fondo, problemas culturales”. Las librerías se parecen a esos animales pequeñitos, las luciérnagas, que son las primeras en detectar la violencia contra la naturaleza antes de morir. Si cierran las librerías, está pasando algo en la naturaleza cultural. Se extingue una forma de hacer la cultura y desaparece la creación.
– C: ¿Cómo encontró el hueco para que Buenos Aires respirara en su novela?
– MR: La psicogeografía de la librería estaba en Tierra Escondida, que son los libros prohibidos, el lugar de los libros prohibidos. Buenos Aires y Argentina formaron parte de la psicogeografía de mi infancia. Estaban en las maletas de la gente. Buenos Aires era la tierra prometida y estuvo más presente que cualquier otra ciudad europea. Cuando empecé el bachillerato, un profesor que era cura me prestaba libros como Sempre en Galiza, de Castelao… Eran libros que llegaban de América. Me los llevaba debajo del jersey. Me prestó libros de Blanco Amor, de Italo Calvino, de Salinger. Pido la paz y la palabra, de Blas de Otero, fue un libro clandestino que se cantaba y había llegado desde Buenos Aires. ¡La Argentina siempre fue para mí el lugar donde nacían los libros, coño!”